martes, 30 de junio de 2015

El karma también tiene bigotes

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Ella tenía que encontrar su collar, antes de la cita, o podría perderlo para siempre. Sabía, por oídos de su madre, aquella metiche conocedora de cada rumor del pueblo, que su pretendiente había invertido una fortuna en comprárselo. Incluso, aquel hombre sin movilidad propia, tuvo que rogarle de rodillas al ferretero, quien accedió a regañadientes, para obtener prestado uno de sus caballos y así, luego de tres largos días, llegar a la ciudad.

—Hay que ser tonta mija, fíjese bien debajo de la cama —señaló con insistencia aquella mujer madura de descendencia polaca, haciendo hincapié en el pequeño espacio junto a la pared.

—No sé, no sé, ya di vuelta completa la pieza —replicó la veinteañera, levantando un poco su vestido primaveral para evitar ensuciarlo. Era el único sano y debía cuidarlo hasta el final de la noche, o debería de vérselas después con su alocada prima.

— ¡Seguro fueron los ratones! —mientras alzaba sus avejentadas manos, propias de una persona que ha trabajado demasiados años con hornos a barro, y dejaba caer una despeinada escoba que traía consigo. —Le dije cien veces a tu hermano que pusiera trampas, pero el muy vago seguro que se lo gastó todo en alcohol —desviando el tema a conveniencia.

—Ves, por eso no quería decírtelo —inflando sus cachetes—, te ponés paranoica y querés tener siempre la razón.

—Ese no es tono para hablarle a su madre jovencita —gritó desde la otra sala un hombre con pinta de español y vestimenta gauchesca.

— ¡Ella empezó! —oprimiendo sus puños junto a su cuerpo. —Siempre acá la mala soy yo.

—Tranquila hija…—acercándose al lugar— a ver, contame, capaz que te pueda ayudar.

—Perdí el collar—a punto de romperse en llanto— y si él se entera, seguro que me va a dejar por otra…. Alguna mujer más considerada, más linda y…

—Ah… el collar —colocando su puño bajo la barbilla—, lo llevé a la policía.

— ¿Qué hiciste qué? —corriendo hacia la ubicación de su padre.

—Verás, nosotros no tenemos dinero para comprar eso, entonces pensé… bueno, creí, que se le había caído a alguien —su voz parecía más bajita conforme avanzaba su explicación—. Sabés que no está bien quedarse con cosas ajenas…

— ¡PERO ESO ERA MIO! —sus ojos habían perdido toda la cordura.

— ¿Usted está loco? Va ahora mismo y se lo busca —abrazando a su hija en pos de tranquilizarla—. Y ni se le ocurra volver sin el collar de la niña.

Aquel hombre, tan respetado por todos, había sido derrotado sin tener siquiera derecho a réplica. Agachó su cabeza, en señal de sumisión y dio a entender que arreglaría ese error a como diera lugar. Se tambaleó hacia la puerta, tomó el abrigo de cuero, observó por última vez a su familia y avanzó hacia la salida.

—Volveré, no se preocupen y disculpas —mientras se colocaba el sombrero y les daba la espalda.

Alcanzó a oír algo similar a un insulto, pero decidió hacer oídos sordos. Sólo esta vez lo dejaría pasar, ya que el poco dialogo que tenía con ellas, su temple de persona dura, habían generado el problema. No era hora de seguir peleando, la madurez enseña que muchas veces es mejor callar a quedar como tonto.

Abrió su chaqueta, ubicó ese bolsillo oculto para emergencias que disimulaba con un parche de mantel y extrajo de allí un cigarrillo sin filtro. Se quitó los lentes, apuntó con ellos al sol teniendo cuidado de no mirar directamente hacia la luz, y a modo de lupa, encendió uno de los extremos del cilindro. Ubicó el otro punto en la comisura de sus labios e inhaló como le enseñaron en sus clases de natación.

Tosió un poco, años sin fumar y la primera calada la dio con un tabaco reseco. Sus pulmones deberían de aguantar, se dijo a modo de aprobación personal y sin darse tiempo a dudar, empezó a caminar hacia la casa del sargento. Saludó con una mano al ferretero, quien consideraba demasiado hablador para su labor, bordeó la plaza donde solía jugar a las escondidas y, justo al frente, o mejor dicho dos casas contiguas desde donde cruzó, llegó a destino.

‘’La mansión del bigotes’’, una linda forma de describirla, aunque de mansión no tenía nada. Parecía, más bien, un iglú rectangular con dos leones de yeso y algunas macetas puestas de forma arbitraria. Las puertas eran lo suficientemente altas como para hacer sentir a uno pequeño, y sus ventanas, lo suficientemente puertas para la gente normal. –Linda casa para hacer un museo- le supo decir una vez el chico que traía el periódico.

Tragó saliva, no cualquiera iría en estas horas a molestar, mucho menos a una autoridad, por lo que ideó una serie de ocurrentes pretextos:
—Esas perlas son un tratamiento experimental para curar una enfermedad en la piel de su hija…
—El collar contenía magia y le fue dado para quitar las malas energías del lugar…
—Fingir demencia y culpar a los marcianos…

Luego de repasar mentalmente cada una de las posibilidades y entender el absurdo que suponían, prefirió mantenerse en la senda de lo correcto, aun si el ridículo fuese peor que sus mentiras. Dio un aplauso silencioso en el aire, como un comediante antes de entrar al escenario y prosiguió su marcha triunfal hacia el interior de la sabana artificial, mientras tarareaba un tema de Gardel.

—Oiga jefe, ni se le ocurra pisarme las gardenias o va derechito a una celda —sentenció un hombre regordete de mediana edad, vestido de jardinero y con pantuflas azules.

—Mire que si lo veo así vestido, me da a pensar que usted ya se ha retirado —con una sonrisa de oreja a oreja que implicaba complicidad.

—Aunque no lo crea, con esta ropa y mi gran presencia, tengo las mujeres rendidas a mis pies —depositando la regadera en el cuidado césped—. Deme un segundo a que termine con esto y lo invito a tomar algo.

—Ningún problema, tómese su tiempo —sacando otro cigarrillo de su bolsillo secreto.

—Espere un segundo —mirándolo fijamente—, si se entera su señora lo mata y yo no quiero ser su compañero de cajón —volviendo la atención a unas pequeñas margaritas—. Así que hágame el favor y deje eso.

—A usted no se le quita lo policía ni en tiempo de descanso —con cierta irritación en el habla.

—Ya deje de gruñir, o los vecinos van a pensar que tengo un perro nuevo —reluciendo su dentadura postiza—. Respire aire puro hombre —abriendo sus brazos de par en par.

—Sí, tan puro que me da alergias —dirigiéndose a un ornamentado sillón de exteriores, ubicado a pocos metros del ingreso a la casa.

—No me diga que ahora también detesta las flores —estirando un poco su espalda luego de haber finalizado—, en tal caso, creo que usted necesitará llamar a un abogado —pasando por el lado de aquel conocido e ingresando al recinto.

— ¿Abogado? —mientras observaba a un gato negro escabullirse hacia dentro. —Esta patria necesita más gente con mano de obra que comedores de libros —haciéndole gestos al animal para que se metiera de una vez, cosa que aquel mamífero entendió a la perfección.

—Cuando tiene razón, tiene razón —regresando con una botella de cerveza alemana y dos grandes vasos.

— ¿Usted sigue teniendo esa enorme pajarera en el sótano? —tratando de que su maléfica risa no lo delatara.

—No sé a qué viene la pregunta —con cara de sorpresa—, pero le voy a contar, ya que lo veo interesado en el tema —sentándose en un espacio libre a la izquierda del invitado.

—Sí, con mi esposa estábamos con ganas de comprar un periquito y bueno, si alguien sabe de estas cosas es el sargento…—mostrando un falso interés.

—Me alegra saber que aún me tiene en cuenta —llenando uno de los vasos y entregándoselo a aquel inteligente conocido—. Verá, ayer me trajeron un ave muy difícil de conseguir —sirviéndose a sí mismo y bebiendo un sorbo—, dos pequeños diamante mandarín color rojo —mostrando felicidad—, que si logro que se reproduzcan me van a hacer millonario.

—Mire usted lo que se traía escondido —dando una palmada en el hombro a tamaño genio bajo las sombras de un techo artificial—. Y dígame, ¿se acuerda de cerrar las puertas interiores antes de salir? —sonriendo de oreja a oreja.

—Otra pregunta sospechosa —levantando una ceja—. La respuesta es no, el mal diseño de este lugar hace que casi no tenga ventilación —cruzándose de brazos pero sin soltar su alcohólico cáliz—, aunque a mi señora le molestan los sonidos que hacen y me obliga a dejarlos encerrados por la noche —agregó pensativo.

—Hablando de eso, no he visto que hayan salido a regañarlo como de costumbre —observando la ya evidente puesta de sol—. ¿Se encuentra bien su esposa?

—Sí, ahí anda, fue a sus reuniones materas semanales con sus amigas —levantando la botella en sinónimo de rellenar otra vez aquel pequeño tanque de líquido.

—Eso es bueno —enseñando la palma de su mano como señal de negación—. De seguro que se estará quejando de su nuevo fetiche personal.

— ¿Fetiche? —Casi escupiendo su bebida— Debería de estar agradecida por mi gran sentido emprendedor —quedando helado al decir esta última frase.

En ese momento, una sombra negra, furiosa y con sed de sangre aparece en escena. El aire se torna pesado, los niños dejan de columpiarse, las aves esconden sus polluelos dentro de los nidos y las flores, bueno ahora parecen crisálidas. Camina hasta la posición de aquellos dos indefensos hombres, ubica al calvo y le dice:

— ¿Así que emprendedor eh? —Pregunta la opulenta mujer vestida de gala y en posición combativa.

—Era un chiste amor —escondiendo el recipiente de cerveza detrás de sus piernas—, cosas que uno dice entre colegas pedacito de cielo —mostrando transpiración hasta en los bigotes.

—Pedacito de cielo vas a ir a conocer vos atorrante —haciendo sonar sus nudillos—, cuando te mande de una patada a las nubes —señalando sus zapatos con tacones de punta.

—Y de seguro allí te encontraré —sonriendo nervioso—, mi ángel bello de la creación.

—Vos y tus frasecitas me tienen harta…—dándose cuenta que había otra persona junto a su cónyuge
— Perdón, no lo había visto señor —acomodando rápidamente su larga y lacia cabellera negra—, sepa disculpar nuestra exasperada charla marital.

—Ningún problema señora, estaba de paso –bebiendo lo último de aquel tibio brebaje y depositando el vaso en el reparo de la ventana—, tenía un pequeño inconveniente pero mejor vuelvo mañana.

—Cuéntenos, mi marido lo ayudará en todo lo que pueda, ya que es un oficial de ley a tiempo completo —brillándole los ojos, fruto de estar ante primicia de un nuevo rumor.

—Espera corazón, yo no dije nada de…—instante donde recibía un golpe en el estómago y lo dejaba sin aire.

—Perdone nuevamente a mi marido, él es muy chistoso —abrazándole fuerte desde el cuello—. Hable ahora y no se olvide de ningún detalle —apretándolo aún más.

—Que espera hombre, haga lo que ella dice —intentando escapar de esa llave mortal.

—Bueno, verán, ustedes saben que tengo dos hijas mujeres y uno varón —con voz temblorosa— y la más chica está por casarse…

—A los hechos don, a los hechos —agrega la impaciente señora.

—Resulta que la más chica tiene un pretendiente y él le regaló un collar carísimo —observando la ya acomodada luna—. Yo no estaba enterado y se lo terminé dando por error a su esposo.

—Imposible, ya lo envié a la capital y tardará un tiempo en que lo devuelvan… si es que lo hacen, claro —responde, levantándose de forma súbita e ingresando al hogar.

—Bueno, que se le va a hacer—arqueando su espalda en forma de derrota—. Cualquier cosa me avisa.

—Será acaso… espere un segundo —oprimiendo su bufanda con rabia— ¿Sabía usted que hoy cumplimos 15 años de casados?

—Felicidades señora, hubiera sabido antes y les traía un pan casero para que acompañaran en la cena —mostrando una leve sonrisa.

—Pero hoy ocurrió un hecho curioso que me dejó anonadada —omitiendo el comentario anterior de su vecino— mi marido, que nunca de acuerda de las fechas, hoy me trajo un regalo de aniversario…

—Ya es hora de que se marche colega —gritó desde la ventana de la cocina—, no es seguro andar de noche por la calle —haciéndole gestos a su esposa para que entre.

—El sargento tiene razón señora —acelerando el paso—, mejor vuelvo mañana…

—No —agarrando su brazo—, usted se queda hasta que arreglemos esto —momento en que se quitaba aquel listón de lana y dejaba ver su musculoso cuello—. Mire el collar que me ha regalado —levantándolo un poco con sus dedos—. ¿Le suena familiar?

Aquel hombre con descendencia vasca y de pobre visión, se acercó a pocos centímetros del aperlado objeto, pero aun en ínfima distancia no pudo distinguirlo. Intentó olfatearlo, a sabiendas de que el aroma a harina era algo indiscutible para él, aunque el perfume que expelía aquella dama lo dificultó. Por lo que hizo lo más racional en su caso, degustarlo. Sacó su lengua y probó aquel duro caramelo.

Por detrás, el sonido de una escopeta siendo cargada con la rapidez de un cohete, la esposa ruborizada ante tamaño atrevimiento y su vecino determinando el veredicto.

—Sí, ese es el collar que le entregué a su marido —mirándola de forma seria y honesta.

—Encima de mentiroso —bajando el arma—, también toquetea mujeres de otras personas…

—Vos te callás —desprendiendo el pequeño seguro de la cadena—. Andá pensando en donde vas a vivir de ahora en más —depositándolo con suavidad en las manos del legítimo dueño—, sabés que odio a los mentirosos.

—Muchísimas gracias señora, ya le enviaré algo en compensación —dándole un abrazo y luego caminando hacia su casa.

—Usted me las va a pagar, ¿me oye? Me las va a pagar —gritando con una locura impropia—. Y no se olvide de cerrar las puertas y ventanas de su casa, o pueden surgir accidentes… ya sabe cómo son los ladrones de hoy en día.

—Lo mismo para usted sargento —sin darse vuelta—, el karma también tiene bigotes.

— ¿Bigotes? —preguntó extrañado.

—Tiene bigotes, cuatro patas y araña…

—Bigotes… cuatro patas… araña… ¿Un gato? —Abriendo sus ojos de par en par— Mierda, ¡mis pequeños mandarines! —Tomando su rifle y perdiéndose en el interior del hogar.

Acto seguido, abrió su chaqueta, ubicó el bolsillo oculto para emergencias, sacó los cigarrillos que le quedaban, los hizo un bollo con sus manos y los arrojo a la calle. Tomó el collar, sonrió victorioso y lo guardó allí, junto a la dirección del adiestrador de gatos.

Fin.

lunes, 29 de junio de 2015

Sombras de cristal

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‘’Ella tenía que encontrar su collar,
antes que el lobo volviera al lugar.
Ella debía avanzar, cantar y jugar,
ya que si llora, empezará a contar.

Dio un paso, cuan Adán al Edén,
pues la oscuridad parecía vaivén.
Matizó desde un simple observar,
bajo esa luna que olvidó iluminar. ’’

Cierro el libro sin titubear, he tenido suficiente de él. Me ha gustado sin querer, lo he amado y odiado en partes iguales; habría asesinado por sus hojas y mutilado inocentes si el clímax lo hubiere requerido, y aun así, nunca me animé a leer su último párrafo. ¿Quién diría que mi mayor miedo, habiéndome reído en la propia cara de la muerte en otras tantas ocasiones, sería aquello tan irracional y estúpido, tan mundano y fantasioso, como lo es un mísero final? Sólo mi profesor de literatura, o la chica que me persigue a donde vaya.

Sí, me refiero a ti, acosadora linda Grito para mis adentros. Quizás, en un mundo paralelo donde jamás hubiésemos cruzado ni una sola mirada, habría sido amor a primera vista. Pero aquí, donde soy perseguido por una poesía de escritura fácil y poco original, somos tristes extraños jugando en un infértil desierto. Ojalá aquel dado del destino, ese donde los prodigios obtienen 12, nosotros hubiéramos sumado al menos un 7 de la suerte.

Pero la vida, esa que otorga sentimientos por cada amanecer y filosofía cuando pasamos hambre de ideas, fue injusta conmigo desde el primer segundo. Pedí inteligencia, buena salud y alguien con quien acobijarme por las noches; rogué entre nubes y sobre el silencio de unas pensativas velas; prediqué confianza y fui un paragua bajo la lluvia de los desprotegidos del camino. Y pese a todo, cuando lo cercano desapareció, la soledad me negó su espalda y mi salvación estuvo en un libro abandonado.

Cierro mis ojos, trato de poner la mente en blanco y dejar que el tiempo fluya. El universo es la única constante que necesita mi realidad, la única variable que exigen mis quimeras corporales, cuando el todo circundante es atrapado por el pesimismo. Respiro profundo aquellos aires de libertad, fruto de conquistadores adictos a las glorias e insulto con carcajadas mentales, proponiéndole al devastador pasado, por un simple futuro con honor.

Siento una mano fría, tan gélida y frágil que mis sentidos comienzan a adormecerse, tan cariñosa y desconocida que temo olvidarla. Mi corazón se acelera, quiere saltar hacia atrás y mendigarle un abrazo. Escucho una tímida voz, el viento acaricia estos tímpanos secos, los lleva al paraíso de los cumplidos y los inmortaliza en mi interior.

          Gracias  expulsan mis cuerdas vocales, en un intento ronco de expresarse.

          No hay de que  responde con tono alegre. Puedo imaginar su sonrisa.

          ¿Por qué justamente ahora viniste, podrías no haberte acercado y todo seguiría igual?

          Has dejado de avanzar, de cantar y jugar. Por eso he llegado a ti.

          Imposible, eres tan solo un cuento...

          Un cuento que sólo tú podías leer y comprender, pero jamás terminar.

          No tiene sentido, no existe una historia sin final.

          Sí, una que escribes día a día y finaliza cuando mueres…

          No quiero oír más, vete por favor.

          Ya es tarde para escapar. Sé que lo has comprendido, pero tengo la obligación de decírtelo.

          Espera… ¿Puedo pedirte algo antes de que hagas eso?

          Es inútil, pero adelante, dilo.  

          ¿Podría mirarte por última vez?

          Está bien, hazlo.  

Levanto mi cabeza y enfoco la vista en el punto exacto que la intuición me indica. Veo una joven, arrodillada, temerosa y con lágrimas en sus ojos. Le invito mi mejor sonrisa, esa que reservaba para los cumpleaños, para los viajes con papá y mamá antes del accidente. Ella hace lo mismo, pero sus manos sangran, su ropa desgarrada y teñida de carmesí se funden entre charcos del mismo color. Caemos al mismo tiempo.

          ¿Ahora lo entiendes?
          Sí, ese libro era mi existencia.


Tomo aquella obra y observo su portada. Sonrió ante la ironía. ‘’Casa de los espejos’’ fue mi última lectura, mi principio y mi final.

martes, 24 de marzo de 2015

Bakumatsu Demonobatae: Bifrost

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–   Deme un segundo para que procese los datos…
–   Ok, pero que sea rápido. –respondo de mala gana.

Hoy sería un día para el olvido, algo que entendí en el momento que puse un pie fuera de la cama. Quizás lo mejor hubiese sido justificar alguna enfermedad, pasar una semana en la enfermería y olvidarme de todo. Luego hacer el tonto hasta que cayera la noche, esperar al cambio de turno y volverla a ver. 

Ahí, bajo el remanso de una noche traicionera, que tantas otras veces oyó mis pocas palabras, tomaría esa cintura de abejita y sonriendo ante su castaña mirada de princesa, le diría: 

Nicolle, mujer que haces vibrar mi alma y latir mi corazón, vengo a pedir tu mano. Sé que tal vez no lo entiendas, pero deberás creerme. Tú, pasión en cuerpo de afrodita, libertad en forma de esmeralda, eres quien despierta mis deseos más carnales y aquellos sentimientos más profundos…

¿Cuantas veces habré hecho algo similar? ¿Me estaré muriendo o tan solo estoy divagando por la presión de lo sucedido? No lo sé y tampoco quiero saberlo, porque me deprimiría. Alzo mis manos, en un intento de volver a la realidad, veo unos sucios guantes y los retiro, arrojándolos bien lejos. Observo la arrugada piel entre los nudillos, pálida por la falta de contacto con el aire y colorada por algún golpe que habré dado.

Pienso en mí mismo, en cuantas cosas podría haber hecho y no hice, en cuantas mentiras susurre en este tiempo. Quiero evocar lágrimas, o cualquier cosa que me haga parecer un buen tipo, pero dejo de hacerlo cuando me doy cuenta del absurdo. El raciocinio me trae de vuelta, no deseo morir varado en medio de la nada y que mi cuerpo sea violado con sus experimentos. 

Dejo la estupidez a un lado y me levanto, aunque no quiera. Ubico el comunicador a escasos centímetros de mí, deseo pisarlo, romperlo en mil pedazos, pero me abstengo. Lo tomo entre mis manos y lo acerco al oído, necesito escuchar que vendrán a socorrernos, pero no hay respuesta alguna. Aquel burócrata nunca podrá tomar una decisión por sí mismo, nunca podrá salvar a alguien bajo esa forma de perro doméstico y yo seré su consecuencia.

Rio para mis adentros, si la situación fuese al revés lo hubiera tildado de loco y denegado cualquier tipo de auxilio. Quizás por esto nunca llegaré a ser jefe y me convierta en un linyera cuando acabe la misión. Comer basura, ser un desecho y pudrirme en una ciudad llena de intereses, sin medalla y sin gloria. Algo que suena horrible, pero aun así, es una mejor opción antes que caer aquí.

Golpeo mi cabeza contra la tierra, tratando de hundirla lo más posible y que el dolor me acomode las ideas. Doy unos puñetazos al tejido inerte bajo mis pies e insulto al aire con todas mis fuerzas, maldigo al cielo para que no vuelva a llover, al sol para que no aparezca otra vez y a esa pelota negra descendiendo hacia mí.

Espera… ¿Dije pelota negra?

¡MIERDA, MIERDA, MIERDA! 

Si algo faltaba para ponerme en un estado aún más psicótico, es ver que un objeto desconocido y con dudosas intenciones se acerque lentamente. Quizás lo mejor por ahora es empezar a correr y esconderme, pero no puedo dejar a mis compañeros varados ni alejarme demasiado en el caso de que vengan a socorrernos. 

Por ahora tan solo les avisaré, ellos saldrán de la carpa y juntos veremos qué hacer. Aunque también podría no decirles nada, que el objeto pase de largo y todos felices. Pienso un segundo, me doy cuenta de que no puedo suponer nada y les grito:

- Gente, salgan ahora porque se viene la gorda.
- ¿Aun diciendo tonterías Iván? – responde Isaías, con voz burlona.
- Ese chico necesita un examen psiquiátrico urgente –agrega Estefanía.

Creo que me están tomando para chiste, escucho sus risas desde adentro, parece que no tienen intención de salir. Me hago una nota mental: No dar la imagen de bufón, porque las primeras impresiones cuentan. Respiro hondo y les doy una segunda y última advertencia:

- Energúmenos sin vida, estiércoles de cocodrilo, salgan ahora que viene un OVNI en su dirección.
- ¿Qué estás diciendo idiota? –furioso. - Ve a alucinar solo o con tus amiguitos imaginarios.
- ¿No has sido un poco cruel con él Isa?... ¿Y si tiene razón? –dice dubitativa.

Esa fue la gota que rebalsó el vaso, por mí que se los lleven. Es más, aquí tengo una luz de emergencia que colocaré a modo de cartel. Me aproximo de forma sigilosa y les dejo el pequeño faro a modo de antena. Junto las palmas a modo de ofrenda y me arrodillo como hacían los tibetanos al dar un regalo a sus dioses.

Aún sigo sin entender de donde saqué esta terrible idea, pero de momento parece funcional. Aquel objeto debería ya estar sobre mi cabeza, tiemblo ante la idea de ver a marcianitos tocándome el hombro o diciéndome cosas con la mente. Decido pensar en Estefanía y su larga cabellera rubia, sus largas piernas y sus pechos…

- AYUDANOS IVÁN –gritan ambos al unísono.
- Tarín taran tararan –respondo tarareando un tema de ACDC
- Eres un idiota aun en situaciones límite –dice mi compañera 
- La rubia de la enfermería es lesbiana –agrega Isaías fatigado y con tono burlesco.

Podían meterse con quienes quisieran, no me molestaba en lo más mínimo, pero insultaron a mi musa y eso provocó la ira de Zeus. Abrí los ojos, como si fuera un dragón ninja y corrí a encestarle un golpe en la mandíbula. Salté al bicho verde de tres ojos con piel de babosa, evité el ataque de otros dos iguales al anterior y, flexionando mi espalda hacia atrás, esquivé un tentáculo que llegaba desde la posición opuesta.

Sin esperar, saco dos granadas de humo y las dejo caer para crear una distracción, luego hago un pequeño brinco para evitar el tentáculo subterráneo y finalmente ruedo para sortear uno dirigido a mí casco. Ya faltaba poco, el traje me alertó la proximidad a un explosivo, decido no hacerle caso y acelero aún más. Aquel mal nacido necesitaba aprender modales, algo que ahora le enseñaría gustoso y a la fuerza. En ese instante escucho un sonido, un clic metálico similar al de pisar una mina, me doy cuenta de mi error pero ya es demasiado tarde para detenerme. 

El ruido del comunicador, que milagrosamente se hallaba a unos pocos centímetros, me devuelve a la realidad. Sin darle posibilidad a la duda me inclino un poco y lo llevo a mis oídos.

Luego de… (interferencias)…
¿Me escuchan? ¡Necesitamos ayuda urgente! –elevando mi voz todo lo que podía.
… hemos decidido concederle… (interferencias)
¡Maldita sea! ¡AYUDA! –grito aún más fuerte.
Un grupo de apoyo… (interferencias)…

Sin darme tiempo a seguir hablando, los 3 insectos se abalanzaron sobre mis compañeros y usando sus tentáculos, que salieron de alguna parte de su verdosa y musgosa espalda, los levantaron en el aire, comenzando a succionarlos sin piedad. Vuelvo mi atención al comunicador e intento por última vez:

–   ¡¡¡AUXILIO!!! Se han llevado a mis compañeros y vienen a por mí… POR FAVOR NO…

Arrojo el comunicador y me dispongo a contraatacarlos, no podía soportar verlos morir aunque no me agradaran, ellos eran humanos, soldados y camaradas. Merecían una muerte más digna, en batalla o con sus familias. Tomo con fuerza las últimas 2 bombas y corro hacia ellos, eso que pisé parece que atrapó mis pies, le resto importancia y salto como jamás salté en mi vida.

En mi mano izquierda tenía la llave para liberarlos y las arrojo como aprendí en mis clases de béisbol. Una de ellas da en el blanco, desmaterializando al bicho y la otra se dirige al mismo lugar donde no había nada a que atinarle. Caigo preso del pánico, si el ser ya no estaba en ese lugar, lo que seguía detrás eran…

–   ¡Por lo que más quieran! ¡¡¡MUEVANSE AHORA!!!

Sabía que era demasiado tarde, mi inoperancia y mi falta de tacto en esta situación, pelear contra lo desconocido, todo fue un maldito error. Sus últimas miradas, creo que me regalaron la mejor sonrisa que jamás volveré a ver. Para ellos había dejado de ser un bufón hacía rato, era su última salvación y aun así, aun de esa manera, los volví a decepcionar. 

No hay sonido, solo un flash de luz y un vacío que traga todo a su alrededor. Luego un grito ahogado, ya no hay tentáculos, ya no hay nada más allí. Diviso a Isaías, su tez morena humedecida por las lágrimas, su mandíbula abierta y sus ojos sin vida. Luego miro hacia el costado, Estefanía abrazada al fallecido musculoso, pero de ella solo quedaba sus brazos. 

Quiero echarle la culpa a alguien, aunque sepa que cuando mire al espejo ahí estará el asesino. Caigo al suelo, no busco caer bien ni estoy preocupado por lesiones. Siento que alguien tira de mis pies, me arrastran hacia el objeto negro, pero ya no tengo energías para seguir peleando. No puedo pelear en una batalla donde ya perdí. 


Cierro los ojos y dejo que me lleven.



lunes, 23 de marzo de 2015

Bakumatsu Demonobatae: Valquirias

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Aquel brusco cierre de transmisión, la inoperancia del capitán L5 Smith y la tardía llegada de las tropas de apoyo a la zona del incidente, marcaron un quiebre en la organización general de Aunaris. Eran de esperarse medidas drásticas, entre ellas la pronta destitución de Ivniatov y el personal jerárquico de la BTI.

En una reunión de emergencia, no informada a la población, se decidió que el Opex pasaría a la modalidad Valquirias. Esto significaba, además de la designación inmediata de un sucesor, la autorización para ejercer aquellas contramedidas que se considerasen pertinentes. Autorizando, mientras esta medida tuviera rigor, el uso de armamento militar en Z-A.

Pasadas las 18y30 de la tarde, tan solo media hora después de lo ocurrido con el G7, el ahora MP Urdías Salmarás movilizó tres frentes de ataque. El primero (BA01), conformado por un batallón de 150 soldados, realizaría un barrido de la zona y luego se posicionarían lo más cerca posible al portal, al que denominaron Bifrost. El segundo (BA02), de 150 personas equipadas con armas de alto alcance, rodearían el terreno periférico a una distancia no mayor a 1km. y realizarían apoyo táctico contra los objetivos aéreos.

El tercero, en cambio, haría la labor de invasión y trataría de llegar hasta el ingreso de la cueva. Para ello, se eligieron aquellos nacidos en zonas inhóspitas del mundo, que tuvieran experiencia real en batallas y una familia que esperase su retorno. Bajo esa premisa, los resultantes 18 hombres, fueron equipados con trajes B.I.P.A.S (Trajes bilógicos de pturonita áureo integral) de última generación, nano bombas de antimateria y guantes de expulsión radial.

Una vez finalizados los preparativos, BA01 inició un rápido desplazamiento hacia el área y en cuestión de minutos, ocuparon sus respectivas posiciones. Lo mismo sucedió con el segundo batallón, que sin esperar confirmación, desplegó toda su artillería. Ahora solo restaba adentrarse dentro del territorio enemigo. Para este fin se habían dispuesto 36 unidades de infantería móvil, de las cuales, la mitad funcionarían a modo de cebo y la otra buscaría ingresar a como diera lugar.

El plan consistía en llegar de manera individual a un punto definido, luego eyectarse (quedando la unidad en piloto automático) y de ahí dirigirse a la cueva, siendo este lugar el área de encuentro. Allí, deberían dividirse en 3 grupos, ubicar los posibles otros puntos de acceso y entrar, al mismo tiempo, por ellos. El objetivo era recuperar los soldados extraviados y volver a la base inmediatamente. En el caso de toparse con algún tipo de hostilidad, y esta significase un obstáculo no evitable bajo medios pacíficos, tenían la total libertad de abrir fuego.


Acto seguido, con todo el personal ya dispuesto y a la espera, una luz verde en la plataforma de despegue dio comienzo a la acción. El ruido metálico friccionando los flejes, la descomposición del aire hacia los costados y sin dar respiro, un movimiento que significaba abandonar cualquier idea de calma. Aquellos motores, incluso el engranaje que representaban sus pilotos, todos ellos marchando a lo desconocido; con la incógnita en la piel y esperanza de volver.

domingo, 22 de marzo de 2015

Bakumatsu Demonobatae: Visors (G7)

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***Inicio de la transmisión***

             Probando… Probando… 1… 2… 3… ¿Se escucha?
             Correcto, proceda.
             Ok, hemos avistado un objeto no identificado acercándose a nuestra ubicación, solicitamos permiso para regresar a la base.
             Según el protocolo 275 de Aunaris, una vez establecido el contacto, habrá de especificar el número de grupo al cual pertenece, perímetro de inicio, localización actual y punto de destino. En el caso de bajas humanas, pérdida de material militar, acción ofensiva del enemigo o contacto directo, deberá esperar la autorización de BTI antes de proceder con cualquier tipo de represalia.
             No… no nos han atacado, pero posiblemente no busquen hablar.
             Le repetimos, Según el protocolo 275 de Aunaris…
             Espere… espere… espere… parece que se está alejando. 
             Según el protocolo…
             ¡Está bien! Mi nombre es Iván Suarez, soy un Visor L2 y estoy a cargo del Grupo 7. El perímetro asignado dentro de Z-A es B51, actualmente nos encontramos fuera por motivos de seguridad. Solicitamos retirada.
             Aguarde un segundo, mientras sus datos son analizados…
             Ok.
             Datos correctos, ahora deberá suministrar su número de SPD y clave personal.
             V751, SPD7889012.
             Validando… Correcto. Usted será transferido con un oficial a cargo, espere unos segundos…
             Listo… y gracias por hacerme saber que esto es burocrático aun en casos de emergencia.
             Buenas tardes, aquí el oficial Visor L5 Smith. ¿Cuál es el inconveniente?
             Hola, desde que me comuniqué con ustedes vengo solicitando la retirada, apelando al protocolo de seguridad 5.
             Bien, el protocolo de seguridad 5 solo puede ser solicitado por personal de L3 o superior, y me temo, que usted no posee ese rango.
             A ver, en la última parte, se especifica que tal normativa puede ser revocada cuando el grupo tenga en su poder material sensible, que pueda afectar o cambiar el curso de Prisma. Y ese es nuestro caso.
             Entiendo, pero inclusive en esa situación, usted debe ser autorizado por un superior.
             ¿Y porque cree entonces que lo estoy llamando?
             No importa lo que yo crea, sino lo correcto y estipulado por Aunaris… Así que dejémonos de charla y cuénteme a detalle lo que ha sucedido hasta el momento. Luego tomaré una decisión…
             Ok. Nuestra guardia, como lo viene siendo desde hace una semana, comienza las 1400 y finaliza a las 2200 horas. El perímetro que nos asignaron entre B51 y B53, dicho de otro modo, entre 5100 y 5300 metros de la base…
             Eso ya lo sé por su ficha, remítase tan solo a los hechos.
             Usted me dijo que fuera lo más detallista posible… como sea, cada uno de nosotros elige un punto alto y se ubica, permaneciendo allí durante 2 horas. Luego de ese tiempo, hacemos un receso de 30 minutos y al finalizar intercambiamos lugares. Cada día, buscamos un punto de observación diferente y tratamos de mantener una continuidad con lo que hicimos antes. Pero hoy, sucedió algo diferente.
             ¿A qué le llama diferente? Especifique por favor.
             De qué manera se lo digo… las casas cambiaron de lugar, o mejor dicho, rotaron en bloque.
             ¿Cómo que rotaron?
             Tal cual lo escucha, el colegio que se ubicaba al principio de B51, hoy estaba al final de B52. Y lo que estaba antes en ese lugar, simplemente había desaparecido.
            
             Eso nos llevó a movernos del área y empezar a buscar ese edificio. El problema se dio cuando llegamos a B54…
             Eso es…
             Si, lo sé, es inaudito ¿no? Pero se puso más complejo al llegar allí. Habíamos dejado el pueblo y nos encontrábamos en medio de la montaña, esta ruta de salida estaba conectada a la montaña de B178. ¿Cuánto habíamos caminado? Tan solo 1km.
             Ya veo… Lo que me está queriendo decir, es que encontraron un camino de acceso rápido…
             No estoy diciendo nada jefe, algo nos movió hacia allá o cruzamos algún tipo de portal invisible… igual espere, porque esto es recién la punta de iceberg.
             ¿La qué?
             Bien, seguimos caminando por ese camino y a los pocos minutos, creo, localizamos la entrada a una cueva. En ese momento pensamos en volver, tratamos de comunicarnos con ustedes, pero fue imposible. Los comunicadores habían dejado de funcionar y nos hallábamos varados en medio de la nada. El protocolo indica, que en tales casos el oficial debe de proseguir con la investigación. Y así hicimos.
             Detálleme la cueva.
             No hay mucho para decir sobre ella, un cumulo de rocas apiladas de forma natural, con una abertura circular de 2m.
             ¿Algún símbolo o material extraño?
             No entiendo a qué se refiere… era normal, no olía extraña, no emitía ningún tipo de sonido y el suelo parecía sólido.
             Perfecto, prosiga.
             Decidimos ingresar, antes chequeando el buen funcionamiento lumínico del traje y dejando un radar sónico en la entrada, por si nos perdíamos o algo parecido. Bien, conforme íbamos avanzando, la sedimentación a nuestros costados comenzaba a verse bastante más pulida y limpia. Luego de 100 metros, el color interior había variado su tonalidad a gris y el nivel de oxigeno comenzaba a descender bruscamente. No nos detuvimos, seguimos hasta que la Pturonita emitió un mensaje de alerta. En ese instante entendimos, que haber ingresado fue nuestro peor error.
             Explique.
             El suelo donde estábamos parados era de lava. Podíamos ver esas llamaradas de magma golpear contra un tipo de cristal y volver a su cauce, sin afectar la superficie en lo más mínimo… Eso solo significaba una cosa, ninguna parte de este terreno, quizás hasta la misma montaña, eran artificiales…
             No presuponga nada, aténgase a los hechos.
             ¡Yo sé lo que vi!
             Entiendo, por favor siga contando lo sucedido.
             Ok. Sin pensarlo dos veces, nos dimos media vuelta y regresamos corriendo. Era como si esa montaña quisiera alimentarse de nosotros, podíamos sentirlo y a la vez saber que no ganaríamos…
             Vuelvo a repetir, evite sus apreciaciones.
             Usted lo dice porque está detrás de un escritorio… en fin, no puedo especificar cómo, pero logramos salir de ahí con vida. Luego, sin perder pisada, tomamos la misma ruta del inicio y retornamos a B54. Eso nos trae al principio de nuestra comunicación, cuando ‘’algo’’ nos estuvo siguiendo.
             Deme un segundo para que procese los datos…
             Ok, pero que sea rápido.

…(Varios minutos después)…

             Luego de analizar lo que usted ha dicho, hemos decidido concederle su petición. Un grupo de apoyo aterrizará en su localización y serán escoltados a la base…
             ¡¡¡AUXILIO!!! Se han llevado a mis compañeros y vienen a por mí… POR FAVOR NO…

***Fin de la transmisión***


sábado, 21 de marzo de 2015

Bakumatsu Demonobatae: Prisma (I)

Standard
Con la zona asegurada y sin acceso a curiosos, comenzó la primera fase del Opex denominada Prisma. Esta consistía en monitorear, mediante el uso de dispositivos ópticos de alta precisión, la rutina común de estos fenómenos y luego, cuando los datos obtenidos marcasen un patrón definido, poder trazar un plan de invasión segura.

Para ello, seleccionaron 15 grupos de tres personas, que realizarían una vigilancia diaria en periodos de 8 horas. Luego de este tiempo, deberían informar sus avances al encargado de la BTI (Base de tecnología implementada). De esta manera, y sin contar el apoyo conjunto de satélites infrarrojos, se lograba una lectura táctica del enemigo en tiempo real.

Los encargados de llevarlo a cabo, también conocidos como Visors, habían calificado gracias a un criterioso examen físico y bioenergético. Lo que significaba, obviando la elevada capacidad extrasensorial, una disminución en el riesgo de exterminio de un 80,21%. Si a esta cifra se le anexan los trajes blindados de Pturonita (D.H39I), que se acoplan de manera perfecta a los nervios de la piel y oxigenan la sangre, este número ascendía un 19,77%. Dando una posibilidad de éxito en la misión del 99,98%.

En la cuestión logística, cada grupo debería poseer un carácter mixto y ser incompatibles entre sí, incluso ser especialistas en algún tipo de medicina y arte marcial diferente al de los otros dos. De este modo, suponiendo que hubiese una catástrofe o un ataque sorpresa, la variedad y contraste entre técnicas, aseguraría al menos un sobreviviente.

Mientras tanto, las otras bases operativas no afectadas a este segmento del plan, realizarían labores de mantenimiento, optimización de los sistemas y guardias mínimas en Z-B. Además, se estableció un protocolo de seguridad que difería según el grado de peligro o amenaza, llegando en casos extremos (también denominada Fase Nepal) que concluía con la desintegración inmediata del terreno usando bombas de antimateria.

Con respecto a las comunicaciones, inclusive las de origen familiar, estaban terminantemente prohibidas. El uso de aparatología militar, infraestructura o cualquier elemento dentro del perímetro general, tanto en Z-A,  Z-B, o Z-G (Zona Gamma o Zona General, donde se alojaba el núcleo de la operación), sin consentimiento de un superior u oficial a cargo, era considerado un acto de deslealtad y traición, con pena de muerte.

Bajo esta premisa, se podría decir que el plan no poseía fallas y había sido analizado de forma meticulosa antes de ponerse en práctica. Lo único que restaba, era mantener la compostura hasta el último segundo y evitar a toda costa, o aunque sea minimizar, cualquier tipo de enfrentamiento directo.

Por último, esta fase tendría duración mínima de dos semanas y máxima de un año. Si en ese periodo de tiempo Prisma no hubiere terminado, el plan deberá continuar a su siguiente etapa, aun faltando datos o careciendo de una conclusión con ellos. Si se llegase a ese punto, el trazado de invasión tendrá que evitar los puntos ciegos o destruirlos.


Desde la primera noche, antes de que el miedo pudiera ser justificado, aquel pueblo demasiado vívido para ser fantasma y real para ser olvidado, comenzó a sufrir de terremotos. Lo más extraño, que cuando la mañana devolvía el sol a su sitio, esas cosas derribadas por el clima habían vuelto a repararse.