sábado, 21 de marzo de 2015

Bakumatsu Demonobatae: Prisma (I)

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Con la zona asegurada y sin acceso a curiosos, comenzó la primera fase del Opex denominada Prisma. Esta consistía en monitorear, mediante el uso de dispositivos ópticos de alta precisión, la rutina común de estos fenómenos y luego, cuando los datos obtenidos marcasen un patrón definido, poder trazar un plan de invasión segura.

Para ello, seleccionaron 15 grupos de tres personas, que realizarían una vigilancia diaria en periodos de 8 horas. Luego de este tiempo, deberían informar sus avances al encargado de la BTI (Base de tecnología implementada). De esta manera, y sin contar el apoyo conjunto de satélites infrarrojos, se lograba una lectura táctica del enemigo en tiempo real.

Los encargados de llevarlo a cabo, también conocidos como Visors, habían calificado gracias a un criterioso examen físico y bioenergético. Lo que significaba, obviando la elevada capacidad extrasensorial, una disminución en el riesgo de exterminio de un 80,21%. Si a esta cifra se le anexan los trajes blindados de Pturonita (D.H39I), que se acoplan de manera perfecta a los nervios de la piel y oxigenan la sangre, este número ascendía un 19,77%. Dando una posibilidad de éxito en la misión del 99,98%.

En la cuestión logística, cada grupo debería poseer un carácter mixto y ser incompatibles entre sí, incluso ser especialistas en algún tipo de medicina y arte marcial diferente al de los otros dos. De este modo, suponiendo que hubiese una catástrofe o un ataque sorpresa, la variedad y contraste entre técnicas, aseguraría al menos un sobreviviente.

Mientras tanto, las otras bases operativas no afectadas a este segmento del plan, realizarían labores de mantenimiento, optimización de los sistemas y guardias mínimas en Z-B. Además, se estableció un protocolo de seguridad que difería según el grado de peligro o amenaza, llegando en casos extremos (también denominada Fase Nepal) que concluía con la desintegración inmediata del terreno usando bombas de antimateria.

Con respecto a las comunicaciones, inclusive las de origen familiar, estaban terminantemente prohibidas. El uso de aparatología militar, infraestructura o cualquier elemento dentro del perímetro general, tanto en Z-A,  Z-B, o Z-G (Zona Gamma o Zona General, donde se alojaba el núcleo de la operación), sin consentimiento de un superior u oficial a cargo, era considerado un acto de deslealtad y traición, con pena de muerte.

Bajo esta premisa, se podría decir que el plan no poseía fallas y había sido analizado de forma meticulosa antes de ponerse en práctica. Lo único que restaba, era mantener la compostura hasta el último segundo y evitar a toda costa, o aunque sea minimizar, cualquier tipo de enfrentamiento directo.

Por último, esta fase tendría duración mínima de dos semanas y máxima de un año. Si en ese periodo de tiempo Prisma no hubiere terminado, el plan deberá continuar a su siguiente etapa, aun faltando datos o careciendo de una conclusión con ellos. Si se llegase a ese punto, el trazado de invasión tendrá que evitar los puntos ciegos o destruirlos.


Desde la primera noche, antes de que el miedo pudiera ser justificado, aquel pueblo demasiado vívido para ser fantasma y real para ser olvidado, comenzó a sufrir de terremotos. Lo más extraño, que cuando la mañana devolvía el sol a su sitio, esas cosas derribadas por el clima habían vuelto a repararse.

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