lunes, 15 de septiembre de 2014

Reflexión VI: El cliché de una metáfora ya dicha.

Standard
Ya ha pasado casi un año desde la última vez que escribí este tipo de ‘’notas’’, no por el hecho de que me faltara inspiración o no tuviese nada que decir, sino más bien porque los temas no llegaban a convencerme. No les miento si digo que al menos tengo 5 borradores sobre esta 6ta parte y algunos de ellos eran gratamente interesantes, pero no pude seguirles el ritmo.

¿A qué me refiero con ritmo? No, no es un tema musical ni un paso de baile redactado a detalle, es una consecución de ideas, que se hilan entre sí, tomando forma de algo homogéneo y a la vez manteniendo su principio básico.

Quizás suene a una excentricidad mal disimulada, pero cualquier tipo de arte es intrínsecamente subjetivo a la mentalidad objetiva de su creador, ya que toma vida propia y un destino diferente no correspondido con su yo original.

¿Es aplicable la psicología a lo imaginario e inmaterial? Pienso que sí.

Hay personas que a la hora de escribir primero perfeccionan hasta el más mínimo detalle de lo que realizaran y otras, simplemente dejan que fluya, haciendo que la narrativa no se corte por el ego propio o los límites del pensamiento racional que el autor posee. No hay regla valida, pero en algún momento uno debe elegir un camino.

Muchas veces siento que he madurado, que he dejado los miedos atrás y lo que llevo al papel es más cercano a lo que quería decir. Pero también he perdido otra cosa, ya imposible de recuperar, que es la naturalidad y la sorpresa. Me he vuelto tan lógico o detallista sobre mi entorno, que cosas vacías o metáforas elaboradas a detalle, no son más que un cliché de algo que dije antes, solo que con diferentes palabras.

En pocas palabras, he dejado de ser original y ahora soy un mal plagio de mí mismo. Dicho de otra forma, sería como estar en unos peldaños más arriba, que no está la cima ni sobre el suelo, pero que sin esos primeros escalones rústicos no habría llegado más alto que al pararme usando la punta de mis pies.

También hay cosas positivas, como en todo, esa refinación o estilo se acerca mucho al canon empleado por tipos socialmente aceptados. No me gusta admitirlo, pero uno no puede escribir como quiere, tiene que hacerlo como vende y en esa discrepancia uno termina cediendo, porque el mayor mal para un escritor es no ser leído. Es doloroso, pero si en algún momento de mi vida aspiro a ser algo más que un loco que redacta notas que pocos leen hasta el final, debo cambiar. Y así lo hice.

Poco a poco, paso a paso, fui mutando una imagen que es más fantasiosa que mi propia narrativa, llegando al punto de ya dejar de preocuparme y hacerlo por inercia. Se fueron los insultos, la apología al sexo y las drogas, se fueron las rimas, desaparecieron algunos sentimientos y llegaron otros. Nació el drama, la cursilería barata, las personas de carne y hueso que operan predeciblemente, las metáforas simples, palabras para gente que nunca conoció un diccionario y son pseudo-lectores de fin de semana que se piensan que el mundo ira a mejor si todo le pasa a los demás.

Aprendí luego que repetir está bien, la ironía del conocimiento, que nadie se va a acercar si yo no lo hago primero. Pase de estar en las sombras a colgarme un cartel en el cuello haciendo de mi imagen una limosna.

¿Valió la pena? Sinceramente no lo sé, pero ahora darme vuelta y hacer de cuenta que nada pasó es estúpido, más estúpido que haberlo pensado en un primer momento. Solo queda mirar hacia adelante y tratar de lograr algo, que todo el sacrificio tenga sentido y que si alguien decide intentarlo, sepa que de esta manera se puede llegar a la meta.

Cierro con una frase que se me acaba de ocurrir:

´´Si la vida no te entiende, aprende de ella hasta que puedas enseñarle a comprenderte’’

0 comentarios:

Publicar un comentario