martes, 16 de agosto de 2011

Víctima de un anhelo.

Standard
Su risa y aquellas margaritas en el bar de la esquina lo explicaron todo. Pensé, que las charlas y el autoayuda en los libros de psicología me servirían de algo; y claro que sirvieron, pero no de la manera que esperaba, o ansiaba que sucediera. Tan solo funcionaban como un tapiz más, dentro de la pared de lágrimas que se había convertido mi vida.

Un café, que detonaba burbujas sobre un mantel de porcelana, se abrumaba de clichés a un recuerdo pasajero, que por alguna razón no comprendía; pero estaban allí, firmes y autóctonos, como siempre debieron de ser.

A eso de las dos de la tarde, las nubes que antes requisaron el sol del mediodía, hoy se sumergían en el andén de la solidaridad. Logrando que aquel cielo ambiguo, se nos presentara como un inoportuno amigo que nos despediría; aunque solo dijo hasta pronto.

Y luego de eso, un silencioso disparo puso fin a la aventura que pocos se imaginaron. Había sido tan simple, que lo complicado simulaba ser cierto y lo cierto se reafirmaba como un estupefacto cuerpo sin vida. Un arte incomprensible hoy renacía, para ser la verdad autoproclamada.

Quizás, todo lo aprendido en algún momento de la infancia sirvió. Las comedias, los melodramas, aquellos cuentos de misterios y hasta el álbum de caricaturas que algún día leí. Todo estaba consumado, por lo que decidí cerrarle los ojos. Y entre cada mirada, el frio impotente se sumergía, solitario hasta el fin.

Esa vanagloria ajena se había vuelto personal, rechinante como temor de lo que jamás sentí. Y sabiendo que ella aún estaba a mí lado, como abeja anhelando una bella flor de limón, le pedí que me dedicara un viento de esperanza; una brisa veraniega que me volara el sombrero y recorriera mágicamente cada célula de mi esencia.

Fueron pocos aquellos minutos para decirte adiós, hubiese querido parar el tiempo y solo observarte, tan llana y tranquila; tan serena y atrapante.

Sé que mi mente fotografió los instantes, ya diluidos, pero imperecederos a la memoria. Y así me alejé, solo para perderme en la bruma de una ciudad desvanecida, que me profanaba los recuerdos y los transformaba en otro evento publicitario.

Una versión donde yo era un asesino despiadado y vos mi victima pasional.

0 comentarios:

Publicar un comentario