Filantropía del excéntrico comerciante, aparatoscopía del astrologo comediante, todo se resume en estas palabras, amigos míos, exiliadas por la generación pop de la oratoria post Bohr. Si él hablaba de sandias, cuadradas para los nipones descafeinados de un oriente capitalista, porque yo no puedo referirme al libertinaje como un anagrama de la monarquía amarillista.
Claro, los teléfonos ya no llaman pero si bucean por la nube; los refrigeradores te hacen un cortado exprés, que en paladares esquizofrénicos son una delicia al natural. Es más, hasta el retrato de mi bisabuela hoy serviría de ejemplo bulímico para las mentes retorcidas del porno mediático.
¿Es posible mantenerse inerte al cambio y evitar el desenfreno de la manzanita, ya digerida hace mucho, por el cuerpo de Newton? ¿Es inevitable referirse a las necesidades básicas sin pensar, ni siquiera un poco, en las propagandas estupidizadoras del modelo anglosajón?
Palabra es palabra y el que escribe es anticuado, pese a que el bloguero tiene más cultura que el saqueador; y el saqueador jamás leería algo que le exija activar sus circuitos neuronales. Que no se malentienda, cada cual figura su existencia de la forma más conveniente para sí mismo. Yo hago eso y no espero que la NASA me regale algún OVNI.
Porque si hablase de política en estos momentos, mis queridos compatriotas, seria crucificado por profanar la incultura colectiva, esa que viste al mono (o la mona, aquí es indiferente el género) de patovica y lo alimenta con industria privada, mal llamada nacional, donde el factor predominante es amontonarlos como ovejas y hacerles tener sueños húmedos, eróticos y desenfrenados, de un estado que jamás será primer mundo.
Podría ser lindo, si sos un mártir que nació antes de la dictadura, o tal vez alguien que emigró en busca de un futuro mejor, donde le prometieron maíz y solo encontró palomas pintadas en retratos de viejas sociedades esclavizadoras. Mal llamadas fundadoras, mal llamadas descubridoras, mal llamadas buenas, que avanzaron armamentísticamente en pos de un tablero a base de peones, a los que nunca se les enseñó a jugar.
¿Dónde quedó el gaucho a facón, tan molesto e insoportable, que obligó al billete de 50 a eliminarlos? ¿Acaso existió liberación cuando cambiaron la batuta mafiosa, vendiéndosela a terratenientes de la misma procedencia que sus antecesores? ¿Si quiera podríamos llamarnos país donde la deuda excede al activo total y los fundamentos lógicos hacen pensar que Borges aún está con vida?
Dudoso, como un atril al que le sobran telarañas, donde el artista es tan zurdo que te saluda con la mano derecha y te recita canciones mal plagiadas de grupos extranjeros. Tal vez ese tipo somos nosotros, un amigo, o el diariero de la esquina, no importa si se nos quebró el dedo al señalarlo, o se nos dañó el espejo, el primer paso es siempre reconocerlo, y por supuesto desafiarlo.
Claro, los teléfonos ya no llaman pero si bucean por la nube; los refrigeradores te hacen un cortado exprés, que en paladares esquizofrénicos son una delicia al natural. Es más, hasta el retrato de mi bisabuela hoy serviría de ejemplo bulímico para las mentes retorcidas del porno mediático.
¿Es posible mantenerse inerte al cambio y evitar el desenfreno de la manzanita, ya digerida hace mucho, por el cuerpo de Newton? ¿Es inevitable referirse a las necesidades básicas sin pensar, ni siquiera un poco, en las propagandas estupidizadoras del modelo anglosajón?
Palabra es palabra y el que escribe es anticuado, pese a que el bloguero tiene más cultura que el saqueador; y el saqueador jamás leería algo que le exija activar sus circuitos neuronales. Que no se malentienda, cada cual figura su existencia de la forma más conveniente para sí mismo. Yo hago eso y no espero que la NASA me regale algún OVNI.
Porque si hablase de política en estos momentos, mis queridos compatriotas, seria crucificado por profanar la incultura colectiva, esa que viste al mono (o la mona, aquí es indiferente el género) de patovica y lo alimenta con industria privada, mal llamada nacional, donde el factor predominante es amontonarlos como ovejas y hacerles tener sueños húmedos, eróticos y desenfrenados, de un estado que jamás será primer mundo.
Podría ser lindo, si sos un mártir que nació antes de la dictadura, o tal vez alguien que emigró en busca de un futuro mejor, donde le prometieron maíz y solo encontró palomas pintadas en retratos de viejas sociedades esclavizadoras. Mal llamadas fundadoras, mal llamadas descubridoras, mal llamadas buenas, que avanzaron armamentísticamente en pos de un tablero a base de peones, a los que nunca se les enseñó a jugar.
¿Dónde quedó el gaucho a facón, tan molesto e insoportable, que obligó al billete de 50 a eliminarlos? ¿Acaso existió liberación cuando cambiaron la batuta mafiosa, vendiéndosela a terratenientes de la misma procedencia que sus antecesores? ¿Si quiera podríamos llamarnos país donde la deuda excede al activo total y los fundamentos lógicos hacen pensar que Borges aún está con vida?
Dudoso, como un atril al que le sobran telarañas, donde el artista es tan zurdo que te saluda con la mano derecha y te recita canciones mal plagiadas de grupos extranjeros. Tal vez ese tipo somos nosotros, un amigo, o el diariero de la esquina, no importa si se nos quebró el dedo al señalarlo, o se nos dañó el espejo, el primer paso es siempre reconocerlo, y por supuesto desafiarlo.
¡Feliz Coca-Cola para todos! Y que este 25 puedan tomar muchas gaseosas, como quiere Papa Noel :)
© 2013| J.Casanova
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