martes, 15 de julio de 2014

El lamento de los intocables.

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Erase las ocho y cuarto, cuando los tres sin nombre irrumpieron la velada; en la mesa yacían varios platos acabados y los sirvientes se disponían a ingresar el postre. El primero vaticinó en acercarle al Maestre unos papeles amarillentos; el segundo le ofreció un cofre con inscripciones ilegibles, depositándolo sobre aquel pulido suelo; el tercero, en cambio, se quedó ofuscado entre las sombras.

Éste ultimo, sin despegar la mirada de aquellas cicatrices marcadas en la guerra del norte, señaló como sabio conocedor la dirección de la oficina.Y en menos de lo que dura un águila en alimentarse de su presa, ingresaron al lugar mencionado.

Tercero: -Creo que no será necesario que me presente, he venido por primera y única vez a reclamarle su palacio. Sé, y en el fondo me apena, que si no cumple con esta orden, el Rey demandará su cabeza.

Maestre (sorprendido reclama): -¡Esto que ve aquí ha pertenecido a mi familia por siglos! no sería hombre de mi parte si no lo defendiera dignamente.  ¡Infórmele a Dilafaneo que nuestras tropas lo esperarán al amanecer!

Tercero (con tristeza en sus ojos): –Oficialmente lo declaro desertor, tiene derecho a un último alimento. Será ejecutado junto a su familia a medianoche.- habiéndolo dicho se dispuso a salir por la puerta.

Maestre (desenfunda su espada): -¡No puede hacer eso! ¡Va en contra de las leyes!-

Tercero (riendo descaradamente): -¿Leyes? -  se dá media vuelta, ubica la corona y la sostiene en sus manos- ¡Yo soy la ley!- estrellándola contra la pared-

Maestre (gritando y corriendo hacia el destructor): ¡Usted no es nadie! 

Sin vacilar, el tercero desenfunda un arma de bajo calibre y con disparo certero asesina al desertor. Se dirige hacia sus secuaces y con frialdad les dice -Saqueen cuanto sus ojos reclamen ¡Este lugar será cenizas!-

Cuando ambos sin nombre se marcharon, ubica el cadáver, y utilizando la espada que se encontraba a tan solo unos metros del cuerpo, lo decapita; se dirige hacia un retrato y con mueca de victoria le dice -Si hubiese dejado de lado el orgullo, quizás ahora estaríamos tomando un té de su cosecha personal.- 


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Este es un escrito que redacte en el 2011. Me olvidé y así quedo. 

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