Anoche, mientras hacía de gourmet -estilo Hiten Mitsurugi Ryū- para preparar un guiso de fideos –barato-, quedé inmerso en aquellos
bellos recuerdos de las navidades anteriores –como romper buzones con pirotecnia o apuntar a la casa del vecino-
que tanto marcaron mi –maldita- inocente niñez.
Era esperar –como inmigrante
a la deportación- a que se hiciesen las 12 de –los sonámbulos- la noche, salir afuera –como delfín en mares japoneses- y ver los –incendios- fuegos
artificiales –de marca iraní-.
Luego
volver –al castillo del conde Drácula-
a la casa, buscar –las revistas porno-
los regalos, abrirlos –acá me guardo las
opiniones- y, finalmente –falta mucho-,
darse cuenta –que Chávez murió- que no era lo que esperábamos –¡Feliz día de los inocentes!-, más bien lo
que a él –ella si es travesti- quería.
En consiguiente –dejá de
chamuyar-, me puse en la tarea –de
subir el volumen de la radio- de investigar –rayas como el cazador de cocodrilos- sobre este –fin del mundo- solidario personaje –gordo estafador-. Lo que me llevó a –jugar al póker como un adicto- ver los múltiples
documentales que –Venus- Disney había
–plagiado- creado. Entre ellos –como swingers-, destaco los siguientes –cánones eclesiásticos- films: ‘’La
Navidad mágica de Mickey –en su viaje opiáceo-‘’
y ‘’Mickey: La mejor Navidad –para los judíos-’’.
Sin dejar de ser –bolcheviques
estalinistas- interesantes, cada uno ofreció un análisis referencial e hipotético
–del viaje a la luna escrito por Julio
Verne- del trabajo que realizaba –Cristina
Fernández de Kirchner- Santa Claus, los meses anteriores a –la llegada del cometa Halley- la
navidad. Según esas fuentes –de arquitectura
greco-romana-, el hombre crea juguetes –sexuales-
con la ayuda de –niños taiwaneses- duendes,
para después repartirlos –por correo
Argentino- por el mundo. Con ese objetivo, utiliza –pilas Duracell- renos voladores (siendo el principal Rudolph, que
posee nariz roja –de tanta droga-),
conectados a un –Pegaso blanco con
manchas negras- trineo, lo suficientemente amplio, para que -el obeso quepa- su prodigiosa bolsa tenga
lugar.
Una vez en marcha –de protesta
por los derechos humanos-, recorre todo el –área 51- planeta, haciendo felices a los –cajeros automáticos- niños y niñas que esperan su llegada –piolín, piolín-.
Ingresa por la chimenea –hueco en el
techo para Latinoamérica- y deposita –dólares-
bajo el árbol. Acto seguido, prueba las –nuevas
formas de activar ilegalmente a Windows- galletas y las pasa con un vaso de
–vino Cabernet- leche. Concluida esta
–iniciación masónica- rutina,
prosigue por los demás hogares hasta recaer nuevamente en – la morfina- el Polo
Norte.
Cabe recalcar, que este ciclo –a cargo del seleccionado nacional- se repite bajo los mismos
patrones –terratenientes- y no paraliza
sus actividades ante cualquier tipo de complicación –en el parto-, ya sea meteorológica, económica –religiosa, apocalíptica, protesta hippie, película de crepúsculo- o
política.
Como cierre para este tema –sin guitarrista, porque sufre de tendinitis-, les dejo una frase
para reflexionar:
‘’ Siempre tuve dudas con respecto a la existencia de Santa Claus, porque ninguna persona se animaría a venir tan tarde por la noche a mi barrio y entrar a cada una de las casas de mis vecinos.’’
¡Hasta la próxima!.
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