domingo, 6 de enero de 2013

Reflexión IV: El gordo tránfuga del 25.

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Anoche, mientras hacía de gourmet -estilo Hiten Mitsurugi Ryū- para preparar un guiso de fideos –barato-, quedé inmerso en aquellos bellos recuerdos de las navidades anteriores como romper buzones con pirotecnia o apuntar a la casa del vecino-  que tanto marcaron mi maldita- inocente niñez.

Era esperar como inmigrante a la deportación- a que se hiciesen las 12 de los sonámbulos- la noche, salir afuera como delfín en mares japoneses- y ver los incendios- fuegos artificiales de marca iraní-

Luego volver al castillo del conde Drácula- a la casa, buscar las revistas porno- los regalos, abrirlos acá me guardo las opiniones- y, finalmente falta mucho-,  darse cuenta –que Chávez murió- que no era lo que esperábamos –¡Feliz día de los inocentes!-, más bien lo que a él ella si es travesti- quería.

En consiguiente –dejá de chamuyar-, me puse en la tarea de subir el volumen de la radio- de investigar rayas como el cazador de cocodrilos- sobre este fin del mundo- solidario personaje gordo estafador-. Lo que me llevó a jugar al póker como un adicto- ver los múltiples documentales que Venus- Disney había plagiado- creado. Entre ellos como swingers-, destaco los siguientes cánones eclesiásticos- films: ‘’La Navidad mágica de Mickey –en su viaje opiáceo-‘’ y  ‘’Mickey: La mejor Navidad para los judíos-’’.

Sin dejar de ser bolcheviques estalinistas- interesantes, cada uno ofreció un análisis referencial e hipotético del viaje a la luna escrito por Julio Verne- del trabajo que realizaba Cristina Fernández de Kirchner- Santa Claus, los meses anteriores a la llegada del cometa Halley- la navidad. Según esas fuentes de arquitectura greco-romana-, el hombre crea juguetes –sexuales- con la ayuda de –niños taiwaneses- duendes, para después repartirlos –por correo Argentino- por el mundo. Con ese objetivo, utiliza –pilas Duracell- renos voladores (siendo el principal Rudolph, que posee nariz roja –de tanta droga-), conectados a un –Pegaso blanco con manchas negras- trineo, lo suficientemente amplio, para que -el obeso quepa- su prodigiosa bolsa tenga lugar.

Una vez en marcha –de protesta por los derechos humanos-, recorre todo el –área 51- planeta, haciendo felices a los –cajeros automáticos- niños y niñas que esperan su llegada –piolín, piolín-. Ingresa por la chimenea –hueco en el techo para Latinoamérica- y deposita –dólares- bajo el árbol. Acto seguido, prueba las –nuevas formas de activar ilegalmente a Windows- galletas y las pasa con un vaso de –vino Cabernet- leche. Concluida esta –iniciación masónica- rutina, prosigue por los demás hogares hasta recaer nuevamente en – la morfina- el Polo Norte.

Cabe recalcar, que este ciclo –a cargo del seleccionado nacional- se repite bajo los mismos patrones –terratenientes- y no paraliza sus actividades ante cualquier tipo de complicación –en el parto-, ya sea meteorológica, económica –religiosa, apocalíptica, protesta hippie, película de crepúsculo- o política.

Como cierre para este tema –sin guitarrista, porque sufre de tendinitis-, les dejo una frase para reflexionar: 
‘’ Siempre tuve dudas con respecto a la existencia de Santa Claus, porque ninguna persona se animaría a venir tan tarde por la noche a mi barrio y entrar a cada una de las casas de mis vecinos.’’

¡Hasta la próxima!.

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