martes, 5 de agosto de 2014

El billete de la abuela.

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Y la lluvia llegó, no entre simples gotas de agua, más bien como un océano que había invertido los papeles con el cielo y por efecto de la gravedad, se desparramó sobre mi despreocupada cabeza.

Quejarse ahora por el aguacero seria como negar su existencia y créanme que cuando uno está empapado, en lo primero que piensa es en encontrar refugio. Así que sin pensarlo dos veces, me aventuré a al puesto de choripán. No soy vegetariano, pero tampoco soy fanático de ese alimento, pero dada la situación, lo mejor era comprar algo allí y quedarme hasta que la lluvia parara.

Lo mire al tipo, hizo una sonrisa de oreja a oreja, entendió al instante lo que sucedía y empezó a prepararlo sin siquiera preguntar mis gustos. Saqué la billetera de mi bolsillo y encontré el primer problema, había olvidado de pasar por el cajero y lo único que tenía para pagarle era un billete de 100 dólares. Lo mire de nuevo, levanté el papel norteamericano sin sacarlo completamente y dejé que él me dijera si lo aceptaba o no.

-Si pagás con eso, te voy a tener que cobrar más caro- dijo sin vacilar

-¿A que le llamás más caro?- respondí enojado

-El chori sale 20 pesos. Si pagas en dólares, te sale también 20, pero de los verdes.- respondió serio

-¿Estás loco? Por esa plata compro 10 choripanes en otro lado- alzando mis manos al aire

-Pero vos viniste acá por la lluvia, no porque quieras comer un choripán- dijo mirándome a los ojos –No es casualidad que alguien de traje, y bajo la lluvia, venga acá por simple hambre o necesidad-

Estaba enojado, sabía que el tipo buscaba estafarme, tenía que pensar algo pronto o hasta quizás no me dé vuelto cuando le pague.

Emití una carcajada, tenía una idea para bajarle los humos.

-¿Vos sabes quién soy yo?- Pregunte mientras giraba un poco mi cara y dejaba ver el perfil derecho

-No lo sé, ni me interesa quien seas. Pedís algo y pagas, seás Jesús, Cristina o Buda- dijo en tono irónico
-Soy Juan, ¿O no te acordás de mí?-

-¿Juan? ¿Qué Juan sos?- respondió dudando

-Compañeros de colegio, no me vas a decir ahora que te olvidaste-

-¿Juan Quiroga?- preguntó

-¡Claro que sí! Te iba a matar si no me reconocías.- dije como exaltándome. -¿De qué club eras vos?-

-Talleres papá- respondió contento

-Me acuerdo esa vez que jugamos al fútbol en el patio…- dije dándole pie para que el continuara la frase.

-¡Que épocas! Me acuerdo cuando rompiste la ventana del aula por patear un tiro libre-

¡Cayó! Dije para mis adentros, era hora de hacerme el pobre tipo.

-No es por nada amigo, pero este billete es el recuerdo de mi difunta abuela, si mirás bien vas a notar un sello, con ese único vino a la Argentina…-

-¿En serio? Dejame ver- tomando el papel en sus manos. -Todo bien, pero no encuentro lo que decís-

-¿Cómo qué no?- respondo haciéndome el enojado, mientras tomo el choripán y empiezo a comerlo. -¿Podrías sacarme de una duda? Acercalo a la luz y fíjate si tiene una marca de agua-

Me apresuro en terminar de comer esto que tengo acá, luego miro hacia afuera y noto que las nubes empiezan a separarse, lo que me dice que en pocos minutos acabara la tormenta.

-No Juan, tiene un símbolo de un águila, pero tampoco están las letras que decís- dice con tono preocupado

-¡Mierda! – Grito enfurecido –Lo llevaré al banco a que me digan si es falso. La única herencia de mi abuela, a la que tanto quería y es un billete cualquiera.-

-Te recomiendo que hablés con un abogado- dijo serio –Si te fijás bien parece muy original-

-¡Ya mismo!- mientras tomo el billete en mis manos. –No voy a dejar que jueguen conmigo-

Acto seguido me levanto de la silla, pongo cara de que pronto empezare a llorar. Inclino mi cabeza hacia abajo y con una de las manos tapo los ojos.

-¿Qué hago ahora? ¡No aguanto más!- digo con voz temblorosa

-Andá y reclamá, no dejés que te pasen por encima. En este bendito país, si das la mano te agarran del codo…- respondió enfurecido.

-Pero… si me voy… decime ¿Cómo te puedo pagar?- levantando la mirada

-No te hagas drama, pásate otro día y me lo pagás- dijo tranquilo

-¿Estás seguro? No quiero causarte problemas- respondí haciendo como si me calmara.

-Tranquilo, andá y hace lo que tengas que hacer, después volvé y me contás-

Levante mi cuerpo, tome sus manos y lo mire a los ojos

-¡No me voy a olvidar de esto!-

Salí corriendo, doblé la esquina y guardé el billete. Sonreí mientras subía al auto.

-¿Desea parar a comer en algún lado señor?- preguntó el chofer

-No, vamos directo a casa.-

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